En el notario o al hacer la declaración de la renta. Al realizar cualquier tipo de trámite con la administración o con su entidad financiera. Cada vez que Laura (43 años, siete felizmente soltera) tiene que hacer papeleo o enfrentarse a la burocracia se encuentra con la misma y exasperante etiqueta. Estado civil: divorciada. «No entiendo por qué una relación de pareja pasada tiene que seguir definiéndome tantos años después», explica. Ella, apunta, preferiría «soltera». Que es lo que, efectivamente, es a todos los efectos porque, además, no hay propiedades conjuntas ni hijos ni manutenciones ni absolutamente nada. Salvo porque, desde hace seis años, tiene una nueva pareja… Pero ese, es otro tema.

Es la prueba de que el estigma alrededor del divorcio todavía persiste. Es una palabra que aún pesa y la razón por la que, cuando las mujeres comunican a su entorno su decisión de terminar con su matrimonio, es habitual que la primera reacción sea un «lo siento mucho» que, quizá sin pretenderlo, denota que el fin de un matrimonio todavía (y estamos en 2024) se percibe como un fracaso.

«Cuando lo dices, siempre hay alguien que gira la cabeza. No es una percepción subjetiva. Lo cuentas en el trabajo y ves que hay alguien esperando a que sigas contando la historia de por qué estás divorciada, desde cuándo, qué pasó... Lo de casada no le interesa a nadie», continúa Laura.

«En España el divorcio se está normalizando y cada vez tienen menos connotaciones negativas, aunque a veces todavía se percibe como que no has triunfado en el amor, en la pareja, en la familia… O que has tenido mala suerte. Pero la realidad es que, en ocasiones, las relaciones son como el trabajo. A lo mejor no es para toda la vida. Antes te jubilabas después de 40 años en el mismo sitio, ahora los jóvenes cambian cada cuatro o cinco años de empresa. No es ni bueno ni malo. Es diferente. Además, vivimos en un mundo cambiante, con mucha incertidumbre y eso también se traslada a las parejas: cada vez más gente tiene su propio proyecto, busca su propósito, la realización personal... «, explica la abogada de familia Elena Crespo, por cuyo despacho en Barcelona desfilan todos los años decenas de mujeres en proceso de separación.

Las divorciadas, un modelo aspiracional para los Z
Y, efectivamente, poco a poco la percepción está cambiando. Sobre todo, entre las generaciones más jóvenes. Lo demuestra que el término «divorciada», como hace poco ocurría con «zorra» después del Benidorm Fest, se esté resignificando para deshacerse de las connotaciones negativas y reivindicar a esas mujeres que priorizan el autocuidado y toman la decisión valiente de romper un matrimonio que, evidentemente, no funcionaba.

Hablamos de influencers y creadores de contenido pertenecientes a la generación Z como Carmen Merina (@rayomcqueer) o Las Verdunch que hace tiempo que utilizan divorciada como sinónimo de mujer liberaba, dueña de su vida, disfrutona de su tiempo libre y sus amigas y que, a menudo (porque ya roza o ha cumplido los 40) goza de una gran libertad financiera y un significativo poder adquisitivo. O de aquellas que, de pronto, aunque tengan hijos, disfrutan de un poco más de espacio y tiempo para ellas. O lo que es lo mismo: la divorciada como nuevo modelo aspiracional.

«Es normal que las generaciones jóvenes vean a las mujeres de 40 muy empoderadas, con mucha seguridad en sí mismas y con una carrera profesional consolidada. De ahí la admiración por esas mujeres que saben lo que quieren. Tiene sentido que las vean como referentes», explica Crespo.

Un arquetipo de nuevo cuño que, por ejemplo, abanderan gestos como el de Emily Ratajkowski, que recientemente convertía su alianza de compromiso en anillo de divorcio después de su separación de Sebastian Bear-McClard y lo documentaba (por supuesto) a todo color en Instagram.

Recientemente Emily Ratajkowski presumía de divorcio en Instagram. 
Recientemente Emily Ratajkowski presumía de divorcio en Instagram. / GTRES

En realidad, no es nada nuevo que, a menudo, las mujeres encuentren más ventajas en el divorcio que los hombres. Los estudios sociológicos en la materia confirman una y otra vez las mismas cosas: las mujeres son quienes dan mayoritariamente el paso (en Estados Unidos, por ejemplo, en un 70%), también suelen ser más felices que ellos con su nuevo estado civil y cuanto más avanzan en sus carreras, más posibilidades tienen de divorciarse.

El divorcio ya no es un drama
«Las mujeres lo afrontan con un espíritu cada vez más positivo. Se ve como algo menos traumático, como una puerta abierta a una vida nueva. Ya no se sienten solas. Ya no es un drama. Y a partir de los 40 años, en general, suele ser la mujer que la lidera el proceso de separación porque siente que esa persona ya no le aporta lo mismo que antes, o no están en la misma sintonía, o se ha acomodado….», explica la abogada de familia.

Los hombres tienden a encerrarse más en sí mismos después de una separación; mientras ellas se apoyan en las amistades con otras mujeres. Ellos también tienen más prisa por encontrar una nueva pareja. O, directamente, por casarse de nuevo, algo que a ellas les preocupa mucho menos o, directamente, no se plantean. «Las mujeres, en general, cultivamos las amistades, somos más comunicativas, nos gusta hacer actividades y somos más sociales. Los hombres, a veces, están más enfocados en el trabajo y en su carrera. Y tras una ruptura quizá no tienen tantos amigos porque no los han cultivado. A ellos un divorcio les trastoca más», ilustra Crespo.

Aunque se ve reflejada en ese nuevo estereotipo aspiracional de mujer independiente, con poder adquisitivo y toda la libertad del mundo para hacer y deshacer sin dar explicaciones a nadie, Laura solo compra la resignificación a medias. «No todo el mundo está en ese punto. Es algo muy propio de las redes sociales y de los instagramers y tiktokers. Esa necesidad de que todos tengamos que ser felices todo el rato. Yo ya estoy en ese punto, pero hubo un tiempo en el que no lo estuve. Y habrá gente que nunca lo estará. Y a esa gente nunca le hará ni gracia tener que decir siempre que está divorciada. Igual de válida es la divorciada feliz que la divorciada desgraciada», reivindica.

Pero cada mujer es un mundo. Y cada divorciada, otro. La propia Elena Crespo habla por experiencia. «Yo también estoy divorciada y no me molesta. De hecho, se lo digo a mis clientes y lo comento en mis redes sociales. Hay que normalizarlo. Nadie está exento de una separación. Un divorcio o una ruptura le puede pasar a cualquiera. Y tiene que ser algo natural. Hay que dejar de ver el divorcio como un fracaso. La vida son experiencias. Venimos a este mundo a aprender y de cada relación, aprendes cosas nuevas», concluye la abogada.por mujerhoy25 y redacción.

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