ARGENTINA
29 de septiembre de 2023
La increíble historia de Melconian, el Sandro de la economía
cedoc foto
Creció en Valentín Alsina, muy cerca de la casa del ídolo nacional. Y hoy es la esperanza del establishment que le teme a Milei. Su plan y reuniones con el círculo rojo.
No se lo pudo imaginar su abuela, sobreviviente armenia del genocidio turco; ni su papá, vendedor de zapatos a domicilio que quebró con Martínez de Hoz, que Carlos Alberto, ese nene que se inició vendiendo ramos de flores en la puerta de la iglesia de Pompeya sería una estrella de la economía.
Porque hoy, a los 66 años, Melconian se transformó en el refuerzo que Patricia Bullrich incorporó para contrarrestar a Javier Milei. Es la última esperanza de gran parte del establishment que perdió la fe en Sergio Massa y le teme al candidato de La Libertad Avanza.
Las encuestas no le dan las mejores noticias, por ahora. Pero hay un objetivo que Melconian ya empezó a cumplir: Milei se enreda en discusiones con él, algo que otros economistas de Juntos por el Cambio habían intentado sin éxito, y él cree que está logrando desacreditarlo.
La increíble historia del pibe de Valentín Alsina que se transformó en una figura respetada y reconocida. A pocas cuadras de la zapatería que puso su papá hace 45 años, y que hoy atiende su hermano Gregorio, nació una estrella: Roberto Sánchez. “Melco” hoy es una especie de Sandro de la economía, que fue del origen más humilde al estrellato. Estos son los planes del hombre que quiere enderezar al país y, sobre todo, curarlo de la inflación.
Convocatoria.
Hace 18 meses, Melconian y la Fundación Mediterránea empezaron a confeccionar un proyecto integral de saneamiento de la economía. A principios de año, con las elecciones a la vista, lo pusieron a disposición de los candidatos. “Yo hablo con Milei y con Massa. Siempre con un carácter profesional. Pero fueron Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich los que demandaron ver el programa”, confesó el economista.
Para no interferir con la interna, se juntaba con los precandidatos de Juntos por el Cambio en reuniones reservadas y les iba desarrollando el plan. Especulaba con quién de los dos le bajaría el martillo al proyecto que diseñaba. Fue Bullrich.
En este tiempo de preparación, se reunió con miembros de la Corte Suprema, con una decena de gobernadores, varios legisladores, embajadores, círculos empresarios y académicos. Incluso con líderes de la CGT: “En privado los dirigentes sindicales entienden mis propuestas y me dan la razón, después tienen que ver cómo lo manejan en público para no quedar mal”, se ufana en las entrevistas. Si accede al ministerio, tendrá que ver cuánta fuerza hacen los gremios para resistir a las reformas que propone.
La oficina de Melconian fue el escenario de las presentaciones en esas reuniones con Bullrich que ahora se hacen públicas. Proyectaban las presentaciones de Power Point en un televisor, para convencer a la candidata del “plan integral” que hoy transporta en una abarrotada carpeta.
Para llevar a cabo su proyecto, que está escrito paso a paso, y que él denomina “El fin del chamullo”, para diferenciarse de los “proyectos irrealizables” que presentan los equipos técnicos de otros candidatos, Melconian viene acompañado de un equipo de 77 profesionales, que se detallan en una planilla de Excel, cada uno con su especialidad. 65 que traía desde antes de cerrar con Bullrich y una docena de economistas de Juntos por el Cambio que incorporó cuando la candidata lo convocó. “Tenés que estar disponible 24/7. Yo te llamo y vos me tenés que atender, no importa la hora”, les exige antes de incorporarlos.
Tiene dividido el equipo en materias específicas. Por ejemplo, hay seis economistas trabajando en un aspecto clave de su propuesta, la bimonetariedad. Pero el equipo más importante son los más leales. La mesa chica: cuatro profesionales que velan por el equilibrio general. Lo que podrían ser los jefes de gabinete de la cartera, si Bullrich gana: Rodolfo Santángelo (su histórico socio), Enrique Szewach, Daniel Artana y Facundo Martínez Mailo. Los hombres de confianza.
Melconian va a basar su trabajo en tres aspectos: la búsqueda de la estabilización macroeconómica y las reformas de los sectores público y privado. Tiene, incluso, un compendio de leyes que le va a pedir a Bullrich que mande al Congreso el primer día de gestión. Es que, para hacer los cambios que propone, un equipo de abogados analizó los leyes y decretos que se deben modificar con carácter urgente. El borrador tiene títulos como: Relaciones laborales, reforma del Estado, ley de ministerios, Carta orgánica del Central y ley de emergencia económica, entre otras.
A grandes rasgos, plantea “micro recortes” en el Estado, para reducir el déficit: tienen que llegar a un punto y medio del PBI en el primer año. Y buscará un tipo de cambio libre y flotante: su idea es levantar el cepo y que el precio del dólar flote en el medio del oficial y el blue. Va a proponer una “legalización popular”: que quien tenga pequeños montos de dólares sin declarar pueda incorporarlos al mercado sin sanciones de AFIP, por ejemplo para cambiar un auto. Todo está detallado en su compendio de ideas.
“Hay que copiar todo, si ya está todo inventado. Buscamos la experiencia de los países a los que le fue bien y traemos esos planes”, le confesó el economista a Fantino a inicios de septiembre, sobre su proyecto de gestión.
Equilibrio.
A tal nivel de estrés que significa realizar un plan para intentar curar la economía y mientras tanto confrontar con Milei y Massa en medios de comunicación, Melconian intenta hacer contrapeso con deporte y momentos de recreación.
Inicia todos los días con entrenamientos, en el gimnasio o saliendo a correr. Es futbolero, pero juega menos de lo que desearía. De vez en cuando se engancha en un picado con sus amigos de la infancia de Valentín Alsina, aunque ahora son más frecuentes los asados. El último fue hace dos semanas atrás, donde también estuvo su hermano “Gregori”. Es el lugar donde Melconian es apenas Carlitos. Al Oso, el Ratón, el Ruso, Laucha y Romani, entre otros, ya se le suman los hijos de alguno de ellos. “Voy al ‘Far West’”, dice en referencia graciosa cada vez que vuelve a su lugar de origen.
En la actualidad, su situación económica está a años luz de la de su infancia. Él se confiesa hijo de una movilidad social que ya no existe. En su última declaración jurada, la del 2016, publicó que tenía 78 millones de pesos, la gran mayoría de esa fortuna está en el exterior. Tiene, entre otros lujos, una casa de 1.000 metros cuadrados en Punta del Este, donde pasa religiosamente los veranos. Pero no se olvida de su infancia llena de carencias.
Una casa humilde, en calle de tierra, con baño afuera de la vivienda. El calefón fue un privilegio que le llegó cuando tenía 20 años: hasta ahí, para bañarse calentaban el agua en ollas. Era el barrio donde se había instalado la comunidad armenia pobre. “Los ricos estaban en Palermo y la clase media en Flores. En Valentín Alsina estábamos los de abajo”, recordó en alguna oportunidad.
Orgulloso de sus raíces armenias, aprendió a hablar el idioma de sus abuelos con una maestra particular, como todos los chicos del barrio. En Alsina no había escuelas de la comunidad, por lo que cursó la primaria en un colegio parroquial y la secundaria en Industrial de Avellaneda.
Su padre vendía zapatos por los barrios, pero la reforma financiera de Martínez de Hoz lo llenó de cheques rechazados y provocó su quiebra. Para levantar cabeza debieron achicarse y abrieron un local en Alsina. Melconian recuerda la fecha exacta: "el 6 de septiembre del ’78”, recita cuando cuenta la historia. Fue el primer trabajo formal que tuvo, mientras estudiaba Ciencias Económicas en la UBA. De hecho lo dejó sólo cuando entró al Banco Central. Le entregó la posta a su hermano, quien hoy sigue al frente del emprendimiento.
Luego, consiguió una beca para hacer un posgrado en la Universidad di Tella. Fue el despegue de una carrera vertiginosamente ascendente. Mientras estudiaba, se casó con Mariela, psicóloga y economista, y tuvo dos hijos. Más tarde llegarían otros dos y, más acá en la historia, dos nietos, para completar la familia. Ninguno de sus descendientes siguió sus pasos como economista.
Fanático de Racing, su equipo le sirve de metáfora perfecta del país. Añora los gloriosos viejos tiempos: la campaña del ’66 y a ídolos como Roberto Perfumo, “Coco” Basile o el uruguayo Ruben Paz. También ve los problemas actuales: dice que a este plantel, que no puede ganar títulos importantes, le faltan recursos para conseguir salir de la crisis.
Planes.
Más allá de su proyecto, Melconian juega un rol clave en la campaña. En reuniones privadas con el equipo electoral de Bullrich, el economista insiste con ir a buscar los votos de Milei. “Hay un tercio que hay que dejar ahí, pero hay dos tercios que quieren el cambio. Discutamos dentro de los dos tercios que quieren cambiar”, recomienda.
Sus apariciones no son sólo mediáticas. También suele bajar al territorio. En la última semana caminó el Conurbano con el candidato a gobernador Néstor Grindetti y ahora analiza si acompañará o no a Bullrich al debate del 1 de octubre.
Se metió de lleno en la nueva estrategia de Juntos por el Cambio, de asociar a Milei con Massa en sus últimas entrevistas: “Si pongo el ‘castómetro’ en La libertad avanza me daría que tiene fiebre. Porque votaron junto al oficialismo en la última sesión. Yo ya estoy confundido”, lo chicaneó a Milei en el programa de Baby Etchecopar, días atrás.
Es, hasta ahora, el único que consiguió que el candidato de La Libertad Avanza le respondiera a las provocaciones. Lo toreó y el liberal se enganchó en su juego. “Cómo vas a dolarizar sin dólares. Me invitas a tu casa a comer fideos con tuco, pero cuando llego no tenés ni fideos, ni tuco”, le dijo. Y Milei reaccionó. Él cree que con sus apariciones públicas va desarmando los planes del candidato más votado de las PASO.
Melconian se jacta de no tener militancia ni afiliación política. Prefiere ser visto como un cuadro técnico. Fue parte de la gestión de Mauricio Macri y podría haber sido el ministro de Economía de Larreta, si él ganaba la interna. Pero así también, pudo haber sido parte del Gabinete de Carlos Menem hace 20 años atrás, cuando el ex presidente, que ya lo había anunciado como parte de su equipo, se bajó del balotaje contra Néstor Kirchner.
Fue a recibir a Juan Domingo Perón a Ezeiza y fue a ver a Raúl Alfonsín a Ferro, en el regreso de la democracia. “No soy panqueque. Me gusta estar donde pasan las cosas”, se justifica. Es pragmatismo puro. Una estrella de rock que cree tener el repertorio ideal para salir de la crisis. Un pibe de origen humilde que se ganó el respeto de todos. El nuevo desafío del Sandro de la economía.POR NOTICIAS-PERFIL-REDACCIÓN
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