MUNDO
6 de mayo de 2023
Lady Di tenía 'pesadillas' sobre su futura coronación
Hace más de tres décadas, nadie se habría imaginado que Camilla Parker-Bowles acabaría ejerciendo el papel de reina consorte en una futura coronación del por entonces príncipe de Gales.
En los años 80, el ahora rey Carlos III y Lady Di vivían, al menos en apariencia, un cuento de hadas que fascinaba a los británicos y les hacía soñar con una futura reina hermosa, delicada y cercana.
Su divorcio en 1996 terminó de un plumazo con esa fantasía. Y por si fuera poco, el mundo se quedó consternado con la noticia de que la princesa había fallecido en un accidente de tráfico ocurrido en el centro de París, en agosto de 1997. El vehículo en el que viajaba a toda velocidad, a fin de zafarse de los paparazzi que les perseguían en moto, se estrelló contra el pilar de un puente y Diana murió en el acto: la tragedia sumió al país en un período de luto nacional y la princesa del pueblo se convirtió en mito.
Quienes adoran a Lady Di siguen lamentando que su conflictivo matrimonio con Carlos no funcionara y que su inesperado deceso le impida ocupar el lugar que le correspondería en la entronización. En su opinión, Diana habría superado todas las expectativas como reina consorte gracias a su innegable fotogenia, su don de gentes y esa dulzura inherente a su persona. Sin embargo, quienes la conocían en profundidad también saben que no habría sido precisamente feliz en una ocasión tan señalada, ya que la mera perspectiva de ser coronada le producía "pesadillas".
Eso sostiene al menos quien fuera uno de sus amigos y confidentes más cercanos, Richard Kay. En su columna semanal del diario Daily Mail, este experto asegura que Diana "raramente hablaba sobre la idea de ser Reina", al ser consciente de que "todo el mundo ya estaba especulando sobre ello". "En una ocasión le pregunté si soñaba con su propia coronación. Me dijo: 'No, pero he tenido muchas pesadillas al respecto'. Esos malos sueños eran recurrentes", revela sobre su miedo a decepcionar a la familia real y al pueblo.
Diana temía que cualquier pequeño error pudiera ensombrecer un evento de la máxima relevancia, o incluso amenazar su integridad física. "Sus sueños siempre giraban en torno a lo mismo, que cuando se le impusiera la corona, en lugar de quedarse en la cabeza, ésta empezara a resbalarse por su cara para acabar oprimiéndole el cuello. Era una imagen terrible, una metáfora quizás de la tragedia que se avecinaba", señala Kay.
En 1990, Carlos y Diana asistieron en Japón a la proclamación del emperador Akihito: un acto que, dada la especial rigidez del protocolo nipón, dejó a la entonces princesa "aterrada". "Temblaba sólo de pensar que un día ella formaría parte de un ritual sagrado de esa naturaleza. No obstante, le habría encantado disfrutar de la pompa y lo festivo de la ocasión", explica el autor.
Diana de Gales en una imagen de 1996 credit:Bang Showbiz Y REDACCIÓN
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