TRASCENDENTE
28 de octubre de 2022
Murió la leyenda del rock Jerry Lee Lewis

La estrella más conocida por su clásico “Great Balls of Fire” ha fallecido por causas naturales. Su carrera se extendió por más de medio siglo.
Jerry Lee Lewis, uno de los líderes del rock and roll estadounidense de los años 50 que desempeñó un papel fundamental en la configuración del sonido del género, ha muerto. Tenía 87 años.
Famoso por su melena rubia, sus ritmos alborotados al piano y su escandalosa presencia en el escenario, la estrella más conocida por su clásico “Great Balls of Fire” ha fallecido por causas naturales, según informó su publicista.
Amigo y rival de Elvis Presley, la carrera de Lewis se extendió durante más de medio siglo y generó una gran cantidad de historias salvajes sobre sus numerosas esposas, borracheras y enfrentamientos con el gobierno por impuestos atrasados.
También generó una serie de éxitos imborrables.
Nacido el 29 de septiembre de 1935 en Ferriday (Luisiana), Lewis empezó a tocar a los nueve años. Al año siguiente, sus padres Elmo y Mamie hipotecaron la granja familiar para comprarle un piano vertical.
Junto con sus primos Mickey Gilley y Jimmy Swaggart -que llegarían a ser, respectivamente, un premiado músico country y un evangelista envuelto en escándalos-, Lewis pasaba horas perfeccionando su arte. (Infobae)
A Jerry Lee Lewis le apodaban elocuentemente The Killer (El Asesino), por su temperamento colérico y fiereza interpretativa, se convirtió en pionero e icono del rock and roll, rivalizó en la década de los cincuenta con toda aquella gloriosa avanzadilla de la nueva música del diablo –Elvis Presley, Chuck Berry, Little Richard, Carl Perkins–, los sobrevivió a todos y siguió impartiendo lecciones de furia hasta bien entrado en la condición de octogenario. Pero su ya maltrecha salud le dio la espalda definitivamente a los 87 años. Deja una vida de película (en todos los sentidos, también el literal: Great Balls of Fire triunfó en la gran pantalla en 1989), momentos trágicos y truculentos y, sobre todo, dos de las canciones más importantes de la década de los cincuenta: Whole Lotta Shakin’ Going on y, claro está, esas celebérrimas “Grandes bolas de fuego”.
Había nacido en Ferriday (Louisiana) en 1935, en el seno de una familia paupérrima que supo barruntar su descomunal talento artístico y se endeudó para comprarle un piano de pared de tercera mano que le enseñaron a tocar desde los 10 años dos de sus primos. Encarnaba el perfil más temible y afilado de aquella nueva música excitante que supo canalizar las ansias de liberación juvenil tras el trauma de la guerra. Elvis podía mostrarse también como un chico tierno y adorable, pero Lewis –pelo largo y rubio, fuerte acento sureño, actitud desafiante y libidinosa– era el yerno que ningún padre desearía encontrarse en casa. Y todo ello pese a haber sido educado en una iglesia evangélica, un aspecto que siempre le produciría contradicciones internas, porque agudizaba el contraste con su temperamento alocado, sicalíptico y propenso a las adicciones.
Achantado por la mala fama y la pujanza incontestable de Beatles, Rolling Stones y demás aristocracia rockera de los años sesenta, Jerry Lee se reconvirtió a finales de aquella década como artista de country y supo mantener una trayectoria musical bastante más coherente que la vital. La versión del clásico Chantilly Lace, por ejemplo, fue muy celebrada. Pero la sucesión de peripecias extremas en su currículo era demasiado golosa como para no dar pie a obras muy relevantes en torno a su figura. En 1982, siete años antes del largometraje protagonizado por Dennis Quaid, Nick Tosches ya había dado forma a una biografía apabullante, Fuego eterno: la historia de Jerry Lee Lewis. La editorial Contra publicó la versión en castellano hace relativamente poco, en 2016.
Aquel texto no llegó a reflejar otros momentos de una vida que nunca llegó a ser del todo apacible. En 1984, por ejemplo, tuvo que someterse a una delicada cirugía para extraerle un tercio del estómago, ulcerado por los severos abusos en la ingesta de drogas. Mucho más agradable fue que en 1986 su nombre figurase, junto a Elvis, Chuck Berry, Ray Charles, Sam Cooke, James Browne, Buddy Holly o los Everly Brothers, entre los 16 primeros inscritos en el Rock and Roll Hall of Fame.
La ya maltrecha salud de estas últimas semanas le impidió asistir, el pasado 16 de octubre, a su inclusión en otro Hall of Fame, en este caso el de la música country. La muerte le visitó finalmente en el condado de Desoto (Misisipi), donde residía junto a la séptima de sus esposas, Judith Coghlan. Le sobreviven también cuatro de sus hijos. Tras la pérdida de Little Richard, en 2020, el rock and roll pierde al último de sus padres fundadores y se queda huérfano ya para siempre.El país...
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