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7 de marzo de 2022

El cierre de los 100 años de Piazzolla fue una fiesta capaz de dimensionarlo

La pretensión de abrazar y sintetizar la vasta y magnífica obra de Astor Piazzolla logró plasmar varias de sus aristas en un festivo concierto gratuito en un estadio porteño Luna Park colmado donde se le puso un atractivo broche a la serie de celebraciones por el centenario del artista.

Con roles centrales a cargo de Escalandrum (que abrió la velada poco antes de las 20.30), el Quinteto Revolucionario y una orquesta sinfónica de 33 integrantes dirigida por Gustavo Fontana, logró representarse un fragmento de la música del genial bandoneonista en conexión con el jazz, el tango y lo académico, los tres mundos sonoros que transitó.

El abordaje de Piazzolla sumó, además, poesías de Horacio Ferrer en las voces de Elena Roger y Raúl Lavié (junto a Escalandrum), y de Jairo, Julia Zenko y Amelita Baltar (en el segmento del Quinteto Revolucionario) y a los solistas Horacio Romo (bandoneón) y Pablo Agri (violín) que fueron parte del tramo sinfónico final.


Ante unos 6.200 espectadores que llenaron el tradicional recinto esas formaciones consiguieron el doble propósito de acercar y tributar al compositor con un repertorio capaz de dar cuenta de la dimensión de ese legado de carácter mágico y universal.

A sólo cinco días de que el músico cumpliría 101 años, el espectáculo impulsado por la Fundación Astor Piazzolla logró cerrar la larga serie de evocaciones que se iniciaron en marzo de 2021 en uno de los momentos complicados de la pandemia de coronavirus y que, por caso, marcó la reapertura del Teatro Colón para la primera entrega de los homenajes.

La noche comenzó puntualmente a las 20 con una serie de videos que ocuparon los tres paneles de la pantalla que dominó el escenario y por dónde desfilaron Laura Escalada de Piazzolla, última esposa y titular de la entidad, dos testimonios que bajo el singular título “means to me” (significa para mí, en inglés) trajo a dos músicos que tocaron con Astor: Oscar López Ruiz y Pablo Ziegler y uno del propio tributado como prólogo a la llegada del sexteto Escalandrum a un tablado bañado por luces azules.

Y entonces Daniel “Pipi” Piazzolla anunció (en inglés, español e italiano) “esta es la nueva música de Buenos Aires, nuevo tango” y el conjunto que el baterista comparte con Nicolás Guerschberg (a quién presentó como “la persona que más sabe de Piazzolla”) en piano y arreglos, Mariano Sívori en contrabajo, Gustavo Musso en saxo alto y soprano, Damián Fogiel en saxo tenor y Martín Pantyrer en clarinete bajo y saxo barítono, abrió su set con “Primavera porteña”.

Sumando cantantes a esa impronta sonora plasmada, por caso, en el estupendo disco “100”, Elena Roger se lució en las versiones de “Los pájaros perdidos” y “Vuelvo al sur” y Raúl Lavié paseó su oficio en “Balada para mi muerte” y “La bicicleta blanca”.

Con todo, el cierre de ese tramo, con Escalandrum en estado puro para una versión instrumental de “Muralla china” (pieza de los tiempos Octeto Electrónico que entonces entonaba José Ángel Trelles), marcó un momento de excepción.

La aparición de Lalo Mir, apenas pasadas las 21, sirvió para aportar datos sobre la vida y obra del creador y así matizar el cambio de instrumentos y equipamientos para permitir la irrupción del Quinteto Revolucionario.

La agrupación que alista a Lautaro Greco en bandoneón, Cristian Zarate en piano, Sebastian Prusak en violín, Sergio Rivas en contrabajo y Esteban Falabella en guitarra eléctrica, se presentó con dos soberbios pasajes en “Fracanapa” y “Muerte del Ángel”, previo a la participación cantante de Julia Zenko (“Yo soy Maria” y “Preludio para el año 3001”) y Jairo (“Chiquilín de Bachin” y “Milonga del Trovador”).

A las 21.45 y tras otro pasaje fílmico y documental, Amelita Baltar saludo diciendo “aquí estoy como hace 53 años” en referencia a que en ese lugar estrenó “Balada para un loco” el 16 de noviembre de 1969 en el marco del Primer Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción.

“Aquella vez nos tiraron monedas y me chiflaron ¿ustedes me van a chiflar hoy?”, interpeló Baltar antes de emprender una atractiva versión de aquella gema.

Otro intervalo ocupado por las palabras de Mir, añadió la participación de “Pipi” quien informó que “en este momento la de Astor Piazzolla es la música más tocada en el mundo, más que Los Beatles y eso en parte es gracias a las orquestas de música clásica” y esa noticia dio pie a la sinfónica reunida para la ocasión.

Bajo la batuta de Gustavo Fontana y con el bandoneonista Horacio Romo y el violinista Pablo Agri como solistas, el inicio sinfónico fue con los tres movimientos del “Concierto Aconcagua”, obra para orquesta y bandoneón que tuvo su primer registro en 1983 en el Teatro Colón, expresión cabal del mundo académico que también fue territorio piazzolliano.

El siempre sublime momento que regala “Adiós Nonino” marcó el punto final de la noche pero el único bis previsto, con “Libertango”, no le fue en saga en cuanto a impacto y emoción para completar unos 150 minutos de concierto que se despidió con todo el elenco musical siendo aplaudido sobre el escenario del Luna.

Con éstos u otros intérpretes o traductores, la música de Piazzolla en su cadencia vigorosa y desgarradora a la vez que interpela al mundo con pulso porteño, ratificó en la velada de despedida de los festejos por su centenario ese carácter sublime que le depara inmortalidad.

 
 

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