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24/05/2022

Un recorrido íntimo que lleva a reflexionar sobre el inexorable paso del tiempo

Fuente: telam

Por Daniel Giarone 24-05-2022 | 15:18

El bastón es una ayuda en la diaria tarea de mantenerse vitgente. (Foto: Maximiliano Vernazza)

Durante un año el reportero gráfico Maximiliano Vernazza -actual jefe de Fotografía de la Cámara de Diputados- registró la vida cotidiana de su padre de 90 años. Decenas de imágenes donde Jorge Vernazza aparece en la cama, afeintándose, en piyama desayunando, cuidando la plantas o en una ambulancia del SAME con la cabeza vendada. Escenas que dan cuenta de la historia de un hombre pero también, como un verdadero Auggie Wren, que retrata algo que interpela a todos los hombres: el paso del tiempo.

“Hace mucho que tenía ganas de hacer algo con mi viejo. Lo empecé a fotografiar sin saber para qué. Yo siempre pensaba que nada me podía pasar porque estaba él. Pero me di cuenta de que va apagándose de a poco y eso me movió algo interno. Me dije: El que tiene que estar ahora soy yo”, relata a Télam Maximiliano, quien este martes inaugura en el Espacio de Arte AMIA (Pasteur 633, CABA) la muestra “Jorge Vernazza es así”, con 41 de las fotografías que tomó de su padre.

Un hombre feliz


El doctor Vernazza abrazando un retrato suyo de casi 70 años atrás. (Foto: Maximiliano Vernazza)

“Vivo en el departamento donde mi padre tuvo su consultorio odontológico durante cincuenta años. Es el mismo lugar en el que pasé mi infancia. Él tiene ahí un jardín con sus plantas, su estanque con peces. Un lugar donde se siente un hombre feliz”, asegura Vernazza, que en su extensa carrera como reportero gráfico trabajó en revistas como “Gente”, “Para ti” y “El Gráfico”.

Los registros que tomó son un compendio de la vida cotidiana de su padre. “Lo fotografiaba, por ejemplo, cuando venía a casa y se reencontraba con sus plantas. Nunca le saqué fotos escondido, pero sí sin molestarlo ni invadirlo. El me veía con la cámara y sabía lo que yo estaba haciendo”, detalla el fotoperiodista.

“Siento que pasé buena parte de mi vida corriendo por mi trabajo, lo que hizo que me elejará bastante de él y de mi mamá. Una distancia que siempre me hizo ruido. Ahora percibo que, a través de la fotografía, me vuelvo a revincular con ellos”, agrega.

El ojo de la cámara se mete en casi todos lados. “No termino de saber cuánta conciencia tenía él de lo que yo estaba haciendo. Las fotos se las iba mostrando y le gustan. A veces incluso me hacía bromas cuando me vía con la cámara. Anoche mi madre, Nilda, me dijo que andaba nervioso porque decía que todas las fotos eran sobre él. Sabe de la muestra pero no sé si tiene plena noción de que todo gira alrededor suyo”.

Un susto que el padre dio a sus hijos. En la foto, a bordo de una ambulancia del SAME. (Foto: Maximiliano Vernazza)


Lo íntimo y lo público

Narrar la vida cotidiana a través de imágenes colocó a Maximiliano Vernazza ante el dilema de cómo preservar la intimidad de su padre. “El registro no evita algunos momentos de intimidad. Si bien es lo que tiene toda vida, las fotos van a formar parte de una muestra. Y esa intimidad va a hacerse pública”, reconoce.

Sin embargo, Vernazza buscó evitar el golpe bajo y reducir el nivel de exposición que tiene la imitidad cuando se hace pública. “Mi mayor duda fue cuando mi padre sufrió un accidente doméstico. Pero me dije, si estoy haciendo esto tengo que hacerlo hasta el final. Me acuerdo que yo estaba trabajando y me avisaron que mi padre se había caído. Un vecino lo había visto tirado en el jardín. Cuando llegué ya estaba el SAME atendiéndolo. Entonces, sin joderlo a él, decidí tener un registro también de ese momento, ya que era parte de la historia que estaba contando”.



El tiempo y la memoria


La tarea de Maximiliano, muy similar a la que el escritor Paul Auster imaginó para su personaje principal de “El cuento de navidad de Auggie Wren”, es un ejercicio que trasciende a él y a su familia. Un viaje a través de la construcción de la memoria y una reflexión visual sobre el paso del tiempo. 

¿Intentás retratar el paso del tiempo? “De algún modo sí. Sé que estoy retratando la última etapa de su vida. Cuando yo me mudé al departamento donde él tenía el consultorio tomé conciencia. Me acuerdo que él estaba angustiado y yo le decía ‘mirá, papá, esto lo hace la familia cuando la persona ya no está más y ahora lo estás haciendo vos. Vos lo abriste y vos lo cerraste’. Y eso para mi fue un quiebre”.

“Admiro mucho el trabajo que hace mi viejo por conservar la memoria. Desde que se jubiló empezó a estudiar italiano, dio clases de bonsai en el Jardín Japonés y hace gimnasia grupal y ejercicios para cuidar la memoria”.


El doctor Vernazza en su consultorio de Palermo, donde ejerció medio siglo como odontólogo. (Foto: Maximiliano Vernazza)


Después de observar las fotos de Vernazza, y de hacerlo otra vez, y otra más, todo empieza a transformarse. La primera vez es como repasar un álbum de fotos familiar. Pero después es otra cosa. Un ejercicio de memoria. Individual, familiar y también colectiva; de una época. De una forma de estar y de vivir.

“También debe haber algo mío en todo esto, algún miedo. Me estoy poniendo grande yo también... Todo esto me hace estar con mi viejo de otra manera”, asegura Maximiliano.

El Auggie Wren de Paul Auster

En 1990 el escritor estadounidense Paul Auster publicó “El cuento de navidad de Auggie Wren”. Allí el dueño de una tabaqueria (el Auggie Wren del título) le muestra al escritor su pequeña obra de arte: Cuatro mil fotografías tomadas tomadas durante doce años. Pero con una particularidad. Los registros habían sido hechos todos los días a la misma hora (las siete de la mañana), en la misma esquina (avenida Atlantic y Clinton) y desde el mismo punto de vista.



Una muestra en movimiento


Jorge con Maximiliano Vernezza, el menor de sus hijos. (Foto: Maximiliano Vernazza)

“Yo pensaba hacer público este trabajo cuando mi viejo no estuviera más, como una forma de tenerlo presente. Pero un día le mostré lo que estaba haciendo a Elio Kapszuk, director de Arte de AMIA, y me agarró de un brazo como si fuera a desmayarse y me dijo: ‘Esto lo tenemos que mostrar ya. Tu viejo tiene que ver esto’. Y eso me conmovió”, recuerda Maximiliano.

Las más de cuarrnta fotos (entre las “miles” que guarda en su cámara) que Vernazza, con la curaduría de Kapszuk, seleccionó para la muestra, logran mantener un diálogo vivo y lleno de matices con quienes se enfrentan al trabajo.

“Algunas de las fotos que tomé creo que identifican a todos. Por ejemplo, una de un pijama en un perchero. Cada vez que se la mostraba a alguien pasaba lo mismo, de algún modo se sentía identificado”, relata Vernazza, cuyo trabajo como reportero gráfico estuvo presente en muestra individuales como “El Charly que yo conozco” (Centro Cultural Recoleta, 2011, sobre el gran ídolo del rock nacional) o colectivas, como las exhibiciones anuales de ARGRA.

“Mi viejo tiene días. A veces más activo, otras más abajo. Es parte de la edad. Pero al que veo en las fotos, un año atrás o ahora, sigue siendo mi viejo”, subraya el fotoperiodista, quien no descarta una nueva selección de fotos para una segunda muestra, incluso con nuevos registros.

“Es un homenaje que le estoy haciendo. Siempre fui feliz con él. Y con mi mamá también. Encima soy el hijo menor, el más consentido”, concluye Maximiliano con una sonrisa cómplice.

Igual, demasiado igual, a la Jorge, que nos sonríe desde una foto con sombrero de ala ancha y chomba blanca que lo dice todo. O casi todo.


De la mañana a la noche, un día en la vida del doctor Jorge Vernazza Etiquetas:
  • exposición

  • fotografía

  • tercera edad

Fuente: telam

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